martes, mayo 07, 2013

GUIONECES: HÉROES Y VILLANOS, FICCIÓN Y REALIDAD (IV) A LA BÚSQUEDA DE LOS VILLANOS


Como decía en alguno de los anteriores posts, puede que España no sea un país muy narrativo. Puede, también, que en esta ocasión el 15M, y otras organizaciones estén colaborando a desplegar narrativas paralelas, mientras nuestros políticos no han sabido, querido o podido dominar el discurso. El hecho es que el cuento (aquí no caben los matices despectivos de la palabra) que todos nos estamos construyendo para entender la crisis financiera, económica, y, ahora, social, se ha poblado de ramificaciones inesperadas. Aunque, en general. encuentro necesarios muchos matices a los argumentos de Gonzalo Martín, una afirmación suya la creo menos incontestable: nuevas plataformas de comunicación generan nuevos discursos y narraciones que complementan y hasta se oponen a los oficiales.

Sin siquiera irnos a estrategias muy complejas, el caso de los cómics de Aleix Saló, y su canal de Youtube, muestra cómo ya podemos encontrar un cuento diferente a lo que nos contaban los políticos y hasta los periódicos. 

Sin embargo, pese a todo, sigue costando contarnos una historia que nos lo acabe de explicar todo. Y que nos dé sensación de que los malos han causado un punto de giro de consecuencias terribles… pero que es posible contraatacar y vencerles. En definitiva: un relato. Una historia en la que nos dirigimos hacia algún punto. Al cabo, la política trata y mucho de promesas: "haremos esto y pasará esto".

De acuerdo. Esta dinámica, la búsqueda de villanos simplifica todo un tanto. La ficción no es análisis racional, al igual que una novela no pretende lo mismo que un ensayo. Pero seamos realistas. Como ciudadanos tampoco podemos sobrevivir todo el tiempo sobre cimientos puramente racionales. 

De hecho, ahí que han venido los grandes poderes a contarnos, como desde hace siglos, que el mal sí puede concretarse en un rostro, en un cuerpo. Es lo que ha estado realizando el cine de terror desde aquellos monstruos de la Universal, hasta esa etapa, más reciente, en la que el temor de la sociedad se hacía cuerpo en ese nuevo miedo: la psicopatía. La enfermedad mental, sí, pero también la irracionalidad de un ser humano que mata por ninguna razón comprensible. O asumible. (1)


Sin embargo, la cosa se ha debido volver más compleja. El propio cine de terror actual apenas sabe cómo trasladar los miedos contemporáneos no ya a una historia sino siquiera a imágenes. Quizá si el miedo se interna en nuestra confianza en el futuro (próximo o lejano), el género de nuestro tiempo deberá ser la ciencia ficción. La rama apocalíptica que tanto éxito está teniendo, en su vertiente de literatura.

Esa dificultad para concretar "el mal" lo ha sufrido los propios políticos.  Ya no es tan sencillo que nos convenzan de la facilidad con que podemos poner todos nuestros temores en la misma urna. Bin Laden es el último ejemplo. Puede que quede un tanto disminuida por el afán de espectacularidad y de guión  de réplicas y frases humorísticas, pero Iron Man 3 (Shane Black, 2013) reflexiona un tanto al respecto. El mandarín, el villano supuesto de la función, se descubre como bastante poco convincente como ese orquestador terrible que todo lo controla para asesinar inocentes desde la distancia. Por cierto, que se hace imagen mediante vídeos que juegan justo con toda la parafernalia asociadas a los terroristas islámicos. 

A el Mandarin, en Iron Man 3, se le ha restado toda la carga fantástica del personaje de los cómics originales. Pero aún se da un paso más: no es ya un terrorista sino uno falso.

Si nuestros terrores ya no son tan fantásticos, poco efecto tendrá emplazarlos en un bosque oscuro o una casa abandonada. Si son palpables y habitantes de nuestra realidad cotidiana, podríamos pensar que entonces ahí estaría el realismo para darle cara.  Pero tampoco en esos lares parece que muchos ideen como simbolizar esos miedos en un nuevo monstruo.

Un villano que no ha necesitado saltar del realismo a los géneros fantásticos es el terrorismo. Pese a todo, mientras más intrincado está ese villano en ese mundo real, tal vez más difícil lo tiene la ficción para individualizarlo.

Zero Dark Thirty (Kathreen Bigelow, 2012) tiene un guión capaz de mirarse las miserias de Estados Unidos, y de su guerra contra el terrorismo, por otro lado nada tan diferente de lo ya visto en películas como Red de mentiras (Body of Lies, Ridely Scott, 2008). La película de Bigelow, sí, ofrece, digamos, la autoconciencia de una directora con un objetivo ético, y una mayor crudeza. En cambio, en cuanto a indagar en los motivos del Otro, de ese otro que vive en sociedades tan inescrutables, se ve que el cine de Hollywood está tan impedido como cualquiera de nosotros. No entendemos a los terroristas, ni parece que podamos hacerlo. Series y películas nos cuentan la caza de un terrorista o la caza de una célula, la lucha contra esa lacra... pero no nos cuentan mucho de cómo son, quiénes son, porque son. Existen excepciones, por supuesto. Ahí está Syriana (Stephen Gagham, 2005). Seguro que hay más. Les invito a que me las recuerden o sugieran, en los comentarios.

Aunque, si, en general, el único villano de la realidad (aun así, abstracto en tanto que no se va mucho más allá de un rostro o un nombre) se narra con tales dificultades, ¿qué decir de los otros temores?

Los que no son súbitos, los que no nos sobrevienen de pronto, pese a que son igualmente influyentes en nuestro ánimo colectivo. Perder el trabajo, la casa; perder el futuro. Perder la estabilidad personal.

La causa de esos males ya no están en montañas perdidas, bajo los rasgos de terroristas a los que nos nombran los políticos. Está dentro de nuestras fronteras, y al tiempo, fuera. Está en las bolsas de todo el planeta, pero no en todas. En ese concepto tan inasible de los mercados, pero también en las empresas, en los políticos, en los bancos... Como decía, este mal ni el pensamiento racional ni la ficción lo tiene tan fácil para atraparlo. Es como un humo omnipresente. Pero es un humo que respiramos todos.

Siendo simplistas por un segundo, supongamos que nuestra parte racional nos mueve a preguntarnos el "cómo", el "por qué" de la crisis. Pero que nuestro lado emocional nos pide una pregunta de respuesta menos sencilla: ¿quién? En este sentido, ya que lo siento por esa tendencia racionalista (y un tanto inquisitorial) y a la vez ingenua que habla de despojarnos del mito, porque yo diría que el ser humano lo sigue requiriendo. Al menos, en su sentido de ficción.

Tampoco, por cierto, lo ponen fácil estos medios de comunicación que, además de demostrados ya como poco fiables, juegan en ese nivel de convocar nuestras emociones. 

En el siguiente post, intentaré ver por dónde nos hemos encaminado en España a la hora de la localización e identificación de villanos.


(1) Para un análisis más extenso de las posibles etapas en el cine de terror, recomiendo el libro de Carlos Losilla, El cine de terror: una introducción (Paidós, 2009).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blogger está graciosillo, así que ten paciencia con lo de los comentarios. En todo caso, gracias.