martes, enero 17, 2012

8 PLANOS; 8 ESCENAS. CINE 2011

No es un orden que defina méritos. Tan sólo son planos y escenas atractivas, notables, en ocasiones definitorias de la propia película, del guión, o de cómo dirección y guionista se asocian y refuerzan mutuamente. No he visto todo lo que se ha estrenado en 2011, ni siquiera todo lo que se supone que era "imprescindible", así que la subjetividad se alía con esto: es lo que yo he visto este año. Para bien o para mal. 

1. La boca del lobo. (Hannah, Joe Writgh)

A la espera de leer el guión completo, y de más tiempo para asimilarla, diré que Hannah exhibe un esfuerzo del director por darle empaque a una historia que no va de lo que parece. Esto último la hace decepcionante a veces (aunque tal vez esto sea culpa de los trailers, esa publicidad a veces tan falsaria), pero también sorprendente.

Diríamos que Hannah es una historia sobre cómo los adolescentes se convierten en adultos pero a causa de más de una falla de los que debieran guardar su infancia.


El plano elegido es ejemplo de un buen director. El guión (esta escena sí la he mirado, antes de leérmelo al completo de manera más pausada) sólo apunta a que el personaje sale de la boca de una mina. Tal como vemos, en el metraje esto se transforma. Es un lobo, y allí entrará, más adelante, Hannah a perseguir a su perseguidora. Dándole un matiz que apoya lo que será la transformación final de Hannah, que engarza con el principio. La niña que cazaba como un lobo, a partir de ahora tal vez siga cazando. Matando. Sin piedad.

2. La trastienda del diablo (X-Men: Primera generación, Matthew Vaughn)

Unos buenos actores y una buena dirección puede hacer olvidar (un poco, al menos) los fallos de guión. Sé que esto es casi anatema en la comunidad de guionistas, pero esta entrega de los X-Men lo demuestra. Claro que la cosa luego se pierde (demasiados personajes), y va a menos; aunque no deja de ser la mejor película de superhéroes de este año para mí; muy lejos de cualquiera de las otras. Thor es una broma, en comparación; y el trailer de The Avengers, en mi opinión, anticipa para 2012 de nuevo esa tendencia vista en los Iron Man, y en alguna más: seres de la Marvel que no se toman en serio, y a las que se le añade un humor agradecido, pero ciertamente excesivo.

También es cierto que Magneto ya era, en los cómics, un personaje con mucho potencial, y encarnado en Michael Fassbender, desde luego hace que la película suba en calidad. Tanto como su cambiante relación con el profesor Xavier. X-Men: Primera generación respeta la mitología de los mutantes (y le añade matices y diferencias) y no rehuye el humor; lo que más le pierde es la falta de metraje que impide que los secundarios tomen decisiones coherentes o comprensibles.



La escena elegida es ejemplo de dos cosas: cómo presentar a un “malo” de forma interesante. Y cómo un cambio de posición de cámara puede mostrarnos lo que no veíamos… y darle más matices a la escena.

Kevin Bacon como nazi ya es afectado e intrigante (y lo del disco que suena con Lili Marlen bordea el tópico), pero es cuando vemos la otra pared de su despacho cuando se nos recuerda ese horror del contexto que dábamos por supuesto: el de los campos de concentración. 

3. “Nadie escapa a su propia historia” (Rango, Gore Verbinski)

¿Será que las cuestiones filosóficas emigran y emigrarán desde el cine “adulto” al cine de animación… que también puede ser para adultos? Up, Wall-E y hasta Cars no le hablaban solamente a los pequeños, y en ellas se dan valores e ideas, como ya lo hacía Disney hace décadas. Su calidad, de guiones, de animación, parece que nos hace olvidar que sigue siendo un cine ideológico. Sobre todo esto, habrá que reflexionar algún día.

Rango empieza con unas escenas que se codean con lo existencial, y por algo el protagonista se preguntará varias veces “¿Quién soy?”. Para responderse, como cualquier héroe, a esta lagartija le espera un viaje y el encuentro con nada menos que un espíritu.

Pero uno que no tiene implicaciones religiosas, sino espirituales; eso que tanto molesta a la mitad de la blogosfera de izquierdas estos días.





Hay valores interesantes fuera de nuestra admiración por Pixar, y habrá que prestar atención a esta animación que guste a adultos.

4. La belleza de lo extraño (Monsters, Gareth Edwards)

Dos películas de estética y aspiraciones indies se codeaban con la ciencia ficción esta temporada.  Monsters comparte con Another Earth (Mike Cahill), por eso, más de un aspecto. Guiones al modo minimalista, donde poco sucede, donde el foco cae sobre los personajes, encuentros, desencuentros y esa a veces exasperante progresión retardada, que igual puede acabar haciéndonos odiar a quienes hacen tan poco. O preguntándonos si tanto existencialismo de andar por casa no se saca del plato. 

Coincidencias, pues, para lo bueno y para lo malo. En cambio, Gareth Edwards abraza la ciencia ficción con más interés. Y no olvida que este género, al cabo, siempre ha sido un modo de hacer comentarios sobre la sociedad y el mundo de aquí y ahora. Esta invasión que sucede en off sí tiene efectos en los personajes. Tal vez el final tenga un dramatismo demasiado dependiente del juego del sembrado de la primera escena; pero esta escena que elijo vale por todo lo demás.





Se requiere una sensibilidad especial y un gusto real por lo fantástico para este retrato del “otro” como algo bello y fascinante. Estos seres tan terribles, tan ocultos, están al margen de las maquinaciones de ambos lados de un muro que no separa, al final, nada. Monsters tiene ese aspecto de recordarnos temas más generales (la sombra de District 9 no queda lejos) y hablar de más cosas que esa culpa un tanto monotemática de Another Earth, y ese fondo no es tan estético y sirve para más; por eso tal vez supere una a la otra.

5. Everything is gonna be ok…” Código Fuente (Source Code, Duncan Jones)

“Somewhere”, por lo menos. La ciencia ficción tiene poco espacio en el cine, al menos la que se toma en serio. Curiosamente, el tema que esta frase recurrente (en un film donde toda la acción es recurrente) indica es de un optimismo inusual en este género, al menos en su vertiente literaria. Los fanáticos del raciocinio imagino que se escaldarán con una historia que trata la ciencia y, sin embargo, apunta a esos “sentimientos” positivos que probablemente les suenen a espiritualidad de baratillo. Peor para ellos. Source Code es un guión muy efectivo, donde cabe la emoción, el suspense y hasta esa reflexión hacia el optimismo. No es poco. No, cuando sabemos desde tan pronto qué va a suceder, y, sin embargo, seguimos observando atentos.







6. La mano de lo desconocido (Insidous, James Wan)

Por supuesto que el terror, como cualquier género, admite diferentes tipos de realización, y ahí están Rec o Paranormal Activity (aunque ni superen, ni parezca que quieran mirarse o admitir su origen; The Witch Blair Project). Cámaras al hombro, coqueteo con la estética televisiva como forma de hacer “realista” lo terrorífico… Caminos interesantes.

Pero de lo visto este año (y en bastante tiempo) son algunos planos de Insidous los que más arriesgados me han parecido. No me alargaré porque mi análisis puede leerse aquí. Sólo diré que este plano replantea esa vieja pregunta: si podemos, debemos y cuánto mostrar al monstruo para producir miedo.



7. Hago más que contártelo. El topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy, Thomas Alfredson)

En un guión de una complejidad llamativa, donde el flash-back se antojaba imprescindible, no todas las historias que alumbran el misterio de quién es el topo siguen el mismo camino. Y es ahí donde Gary Oldman se crece, donde se esparce lo suficiente para que la mitología en torno a George Smiley cobre fuerza; tanto que casi se anticipa que puede haber más películas que retomen a la creación de John Le Carré.

En proceso de lectura del guión (aunque cualquiera sabe qué versión exactamente), adelanto que éste es más claro (más clásico, si se quiere) que lo que luego se muestra en pantalla. A ratos, el montaje de Alfredson empeora el guión; pero en otros instantes, la aportación del director añade y mejora lo escrito.

Por ejemplo, esta escena. Smiley (nos) cuenta su encuentro, hace veinte años, con su némesis, Karla. 

Y mientras lo hace, durante unos segundos, simula ante una silla vacía (que se incluye abriendo un tanto el plano) lo que le dijo a aquel ser que el film no muestra nunca. Luego, Thomas Alfredson cambia el plano a uno del rostro de Smiley. Donde intuimos el efecto de aquella conversación que en verdad sólo fue monólogo. Porque Karla era y es un fanático; y Smiley decía más en serio de lo que él mismo creía que apenas cree ya en su bando.



8. “Te quiero… pero mira quién soy”. Drive (Nicolas Winding Refn)

No sé si este protagonista puede asumirse a adjetivos como samurái; no tengo claro que el sendero hacia esta clase de tipos duros sea a través del western, y más bien me parece que viene de aquellos detectives duros y cínicos de la literatura negra. 


El hecho es que Nicolas Winding Refn es capaz de guiños a los ochenta (aunque los temas musicales a veces no se inserten en el mejor momento), rodar a ratos con estética de vídeo-clip o publicidad, y, otras, de formas más similares al cine comercial (la estupenda escena del primer robo). Y luego, insertarlo todo en un tono minimalista. No está mal. Pero si hay una escena que define el extraño comportamiento de un protagonista, al que los escasos diálogos (a veces, como signo de estilo, un tanto forzado) tampoco ayudan a comprender, es la del ascensor. Estoy de acuerdo con lo que comenta la crítica de Estado Crítico (están en obras en TCM, así que no puedo incluir el enlace de dicha crítica en concreto): este personaje sin nombre es la contradicción andante, capaz del amor y la ternura, y de la violencia más aparatosa. Drive no es la gran película que muchos indicarán, pero es un hallazgo, por todo esto, y por alguna cosa más.

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